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rabajar para
comer. Trabajar para desarrollarse. Tener que pagar más de la mitad del sueldo
en el cuidado de los hijos, o tener que dejarlos solos pero con el corazón
desgarrado. Sentirse culpable, mala madre, insuficiente. En tiempos donde
pareciera ser que las mujeres han alcanzado la igualdad de derechos, las
compañeras que laboran en el aseo del Club Campestre El Rancho, la mayoría,
madres cabezas de familia continúan siendo sometidas a malos tratos y
discriminaciones.
Dentro de un
esquema general de salarios, el bajo valor que le asigna al trabajo en nuestro
país se hace aún más patente en el caso de estas mujeres, hermanas de clase
nuestra.
El entramado
que construye la desigualdad de género en el ámbito del trabajo estaría
sustentado a todos los niveles. Partiendo por una serie de distinciones de
facto integradas en la ley laboral, siguiendo por una relación desigual entre
trabajadora y empleador, agudizada por la propia condición de género, hasta la
acción de una serie de mecanismos que operan a nivel simbólico, relacionados
con la culpa y el deber ser histórico y patriarcal.
Una relación
laboral entre dos sujetos se construye bajo la premisa de la existencia de un
vínculo de “dependencia y subordinación”. El factor “dependencia” está
relacionado con el reconocimiento que realiza el ordenamiento jurídico de que
una de las partes, el trabajador, necesita realizar una determinada actividad
para poder subsistir. La “subordinación” implica una relación de asimetría
donde el empleador, tiene funciones de dirección y vigilancia respecto al
trabajador. Significa una relación de predominio social y económico de uno
respecto del otro agente en la relación.
Esta asimetría en
el ámbito de las relaciones laborales es mucho más decadente, cuando los dueños
de la empresa contratista les incumple con los pagos puntuales de su nómina y
peor aún, retrasan el pago de sus prestaciones legales (prima de servicios)
entre otros.
Ellas, lloran a
solas su amargura y tienen claro que las necesidades apremian necesitan vender
su fuerza de trabajo, su potencial humano, para poder sobrevivir.
Las compañeras,
valerosas mujeres encargadas del aseo y hacer que el Club se vea siempre bonito
se enfrentan a una doble problemática.
¿Por qué tanta
ignominia y la empresa complaciente con esta clase de tercerizadores tan
indolentes e inhumanos?
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